abril 25, 2017

La voz de Cuba

¿Creerías en alguien que solo promete y nunca cumple? Solo en el plano personal una larga cadena de disgustos aparece cuando los huecos del pavimento cada vez tienen mayor calado, cuando un vertedero ya alcanzó dimensiones desproporcionadas o cuando un mismo reclamo envejece tras persistir de asamblea en asamblea.
El proceso de rendición de cuentas del delegado a sus electores en Cuba, en su esencia, descubre a un país donde el pueblo -mujeres y hombres de cualquier grupo étnico, orientación política y credo- deviene participante y decisor. Pero el Poder Popular puede transformarse en concepto abstracto si la realidad no respalda su eficacia.

Por ello, este cuarto proceso del actual mandato asume el desafío de desmantelar la imagen existente en torno al delegado y a figuras administrativas responsables de solventar los principales escollos en las comunidades. Reto asumido tras constatarse que en los últimos años nuestros errores alrededor de las preocupaciones colectivas resultan abono para la apatía social.

Además, esta situación entraña un peligro añadido. Quienes defienden un proyecto contrario al socialista y disponen de solventes recursos económicos se hallan siempre despiertos y al acecho. Aprovechan el letargo de algunos organismos e instituciones para solucionar dificultades locales. Así, la comunidad beneficiada con la gestión de un simple individuo con dobles intenciones ve los cielos abiertos. Un vacío del que los oportunistas se adueñan para proclamarse allí reyes comunitarios.

Cuando un ciudadano responde al reto de representar a su colectividad enfrenta por igual el desafío de lidiar con justificaciones construidas, en ocasiones, a última hora por administrativos, así como la necesidad de marcar la diferencia y volverse inmune a un círculo vicioso en el que la culpa rebota de entidad a entidad.

Sin embargo, otras cuestiones no dependen de las administraciones, pues ser delegado exige sensibilidad para escuchar dolencias ajenas, carácter para reclamar no solo respuestas formales, sino alternativas, y capacidad para conducir el debate entre sus electores.

Si bien las asambleas de rendición de cuenta devienen un verdadero ejemplo de democracia participativa y el espacio ideal para reunir planteamientos, estas implican un proceso mucho más amplio en el que cada delegado informa sobre su gestión y explica detalles de su participación en la asamblea municipal.

Intercambiar sobre los principales temas debatidos en ese órgano oxigena las discusiones colectivas, mientras se comparte información esencial para los votantes. En ese sentido, pudiera socializarse, por ejemplo, en qué medida los trabajadores no estatales aportan al desarrollo municipal.

Conviene entonces tomar de aliada a la comunicación, porque una comunidad informada resulta menos vulnerable a la inconsciencia. No dejemos grietas en las cuales pueda germinar la apatía social, donde crezcan los apolíticos, los neutrales, los auto-excluidos o los indiferentes. El mayor logro del sistema político cubano es que son las masas populares, sin distinción alguna, quienes ejercen el poder.

Pero la escasa participación ciudadana puede ser más nociva que el mejor plan subversivo estadounidense. El pensamiento colectivo, que aúna singularidades dentro de la generalidad, debe ser nuestro mayor puntal.

Sobre esa misma línea, el presidente del parlamento cubano, Esteban Lazo, declaró que todos los revolucionarios deben contribuir a “revertir la opinión negativa que hay sobre la gestión del delegado de circunscripción”. “ Si no logramos elevar la autoridad y el prestigio del delegado estamos socavando las bases de nuestro sistema político", concluyó.

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