julio 23, 2014

A la carta

Diego conoce muy bien Varadero. Desde pequeño frecuenta sus blancas arenas, y junto a sus hermanos, comparte atardeceres y alboradas en la playa más famosa de Cuba. Lo hace en calidad de turista porque su padre, quien consigue todos los años extraerle a la tierra miles de pesos, dedica parte de ellos a disfrutar, en familia, de los mejores hoteles construidos allí. 

Jorgito y sus amigos del barrio también partirán este fin de semana hacia el afamado balneario matancero. De allá de Martí saldrá un camión arrendado y sus padres pudieron, en esta ocasión, reservarse un asiento para compartir el día y regalarles a sus hijos el ardor y la alegría de la costa por tantos meses de esfuerzos en las aulas. 


En su cuarto de hotel, Diego disfruta de la televisión por cable y aleja el calor bebiendo refresco gaseado. Sus hermanos, impacientes, desean ir a la piscina antes del almuerzo. Por su parte, Jorgito y sus compinches, bajo el Sol abrasador, corretean sobre la arena, tras la pelota que comparte, muy ufano, el santiaguero que conocieron allí. Sus padres, cubiertos por la sombra de las uvas caletas, alistan los platos y cantinas que trajeron con el alimento. 


Esta puede ser –o no- la historia de miles de personas en Cuba. Llenas de contrastes y enseñanzas, son realidades diversas que desembocan en una y que nos permiten, más allá de posibilidades tangibles de consumo y recreación, vislumbrar las muchas caras del verano. De tal forma, también alertan sobre la necesidad de potenciar opciones reales y precios paralelos a los diferentes estratos sociales que conforman el variado mosaico de la sociedad cubana actual. 


Bien es sabido que el salario, en la Mayor de las Antillas, hace rato que no alcanza, no motiva. Los niveles de producción de bienes y servicios dejan mucho que desear, lo que atenta a su vez, contra las ofertas, y la diferenciación de los costos a pagar por un producto. Por otro lado, el precio de los alimentos y manufacturas continúa creciendo en el mercado mundial, y Cuba no escapa a sus consecuencias. De este modo, debe existir la intención de propiciarles a todos los cubanos alternativas de esparcimiento conformes a nuestras posibilidades económicas. 


También es cierto que existen personas, instituciones y organismos encargados de favorecer estas medidas. Entre ellas Gastronomía y Servicios, Transporte, Cultura, Inder y los Gobiernos locales, quienes deben custodiar para que no se viole lo establecido. Necesario resulta, asimismo, afinar los mecanismos de información y atención a la población, así como perfeccionar todas las formas de publicidad, no solo aquellas destinadas a las ofertas en moneda libremente convertible. 


En estos momentos ya estamos a la mitad de las vacaciones y quizás miles de cubanos y foráneos hayan visitado Varadero, o playa Máquina, allá al sur de Matanzas. Y puede que del mismo modo nuestras expectativas no hayan sido del todo satisfechas, pero habremos pasado un día especial, en compañía de la pareja o la familia. Porque resulta que, más allá de precios y estrecheces económicas, el verano en Cuba es eso: diversión, amor, encuentros, arte y alegría. 


Ahora Diego, despreocupado, camina por las aceras limpias de la Playa Azul. Usa gafas oscuras y una gorra Adidas para protegerse del Sol. Sin sospecharlo, se acerca a la ribera y se adentra, poco a poco, en el arenal. 


¡Oye! -siente cómo Jorgito le grita- ¡Alcánzanos la pelota! 


Sin inmutarse, ve como una bola roja se le acerca a los pies. La recoge y se la lanza al muchacho sudado que la reclamaba. 


-¿¡Quieres jugar con nosotros!?

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