julio 30, 2014

Sonrisas truncadas en la Franja de Gaza

Ella no verá jamás el rostro de su madre. Llegó al Mundo justamente cuando Israel atacaba sin piedad a su país. Su madre no pudo librar la batalla contra la muerte, ni tan siquiera alcanzó a ponerle nombre. Ella es una luchadora innata, nació mediante una cesárea de emergencia.

Ella forma parte del gran batallón palestino que intenta sobrevivir a la metralla israelí, será en el futuro una de las tantas palestinas que ha quedado sin familia en esta triste jornada que comenzó el 8 de julio cuando Israel lanzó una operación a gran escala contra los suyos, que según la agencia de noticias Maan, que a su vez citó datos del ministerio palestino de Salud en Gaza, en estos 21 días de ataques les ha costado la vida a 1,088 palestinos, entre ellos 251 niños, y 6,470 resultaron heridos, incluidos mil 980 menores.
Las cifras más que alarmantes, son conmovedoras. Me saltan las lágrimas de pensar a todos esos infantes huyendo del fuego, mientras un misil los alcanza. Entonces, y en el mejor de los casos, los deja mutilados, cercenados físicamente, incapaces de volver a sonreír. 

Ha sido tal el grado de ensañamiento por parte de Israel, que ya la ONU se pronuncia por el respeto a "las instalaciones civiles y humanitarias, incluidas las de la ONU, deben ser respetadas y protegidas", luego de que murieran 17 personas en el bombardeo de una escuela de Naciones Unidas en la localidad de Beit Janún, en el norte de Gaza.

Este no es el más desolador de los panoramas. Ayer, cuando debía comenzar la fiesta del Eid el Fitr, y los gazatíes se preparaban para un cese al fuego de 24 horas proclamado por Hamas, el país vivió uno de los más sangrientos sucesos. Más allá de exclamar Eid Said (feliz fiesta), tuvieron que cargar los cuerpos sin vida de sus familiares.

Un palestino de mediana edad gritaba mostrando los cuerpos desmembrados de dos chicos y llorando desconsoladamente mientras miraba al cielo: " ¡No puedo ni reconocer a mis propios hijos”. Todo a causa de una explosión en medio de la calle cerca del campo de refugiados de Shati, que conllevó trágicas consecuencias: murieron ocho niños de corta edad y resultaron heridos cuarenta personas.

Es hora de poner un alto, de exigir una tregua, de darles un tiempo a los palestinos para al menos enterrar a sus muertos. Es hora de pedirle al Mundo que exija una tregua, que llegue la paz aunque sea por unas horas. Que se calmen los ánimos y que dejen de caer bombas, misiles, metralla y hasta balas sobre cuerpos inocentes, sobre hospitales, sobre casas con sus inquilinos dentro.

Los países deben unirse, alzar su voz y clamar por la tan deseada paz. Los palestinos tienen derecho a volver a sonreír.

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