octubre 05, 2015

Apolo, ¡un oráculo, por favor!

Ser periodista implica una alta responsabilidad social. La gente, esa cercana del barrio –e incluso los desconocidos de la calle que de tanto en tanto recuerdan mi rostro gracias a estas páginas- se te acerca, te sondea, busca respuestas que para ellos -como para nosotros- lucen inaccesibles. 

Es una profesión difícil, y a la vez emocionante; una larga misión de mediación entre el público -ávido e irascible- y los decisores –a veces incólumes y desapasionados.

“¡Oye, periodista! ¿Qué pasa con estos baches, mi hermano?” ya es casi un saludo en la cuadra donde vivo. “Oye, Gabriel, ¿qué está pasando con el transporte? Los particulares se han apoderado de la escena…” son parlamentos con los que a diario debo enfrentarme en la terminal, allí donde cientos de personas como yo viajan diariamente desde sus casas al trabajo… 



“¿Qué está pasando en la Sala White?”; “Si estamos padeciendo tremenda sequía, ¿por qué hay tantos salideros?”; “¡Oye, cuándo reparen el Sauto van a tener que comenzar de nuevo!”; “Ven acá, mi niño, ¿qué tú sabes de las pastillas para diabéticos que hace dos semanas que no entran?”…y así continúan.

Tantas y tantas preguntas, muchas veces sin respuesta de mi parte, hacen que me cuestione hasta qué punto estoy cumpliendo con mi responsabilidad. Pero, ¿y hasta dónde lo hacen los otros? Los responsables de que el ir y venir de los matanceros -y los cubanos-, esa difícil lucha diaria, se haga más llevadera y positiva.

¿Cuántas medidas hacen falta para lograr que los servicios que se brinden a los que habitamos esta Isla sean eso, un servicio, y no un favor? ¿De qué mecanismos valerse para lograr que las inversiones se realicen en tiempo y con calidad? ¿Cuántos controles realizar para evitar el robo, la corrupción y el desvío de recursos?

¿Cuántos alientos se necesitan para reavivar la llama de la vida cultural de una ciudad (Matanzas) que a ratos parece dormida entre ruinas? ¿Cómo involucrar a la comunidad y el gobierno, a través de iniciativas creíbles, para que los poblados –esos apartados, olvidados y alejados de los centros económicos de la zona norte de Matanzas- tengan desarrollo, transporte, calles, vida cultural y servicios acordes a sus necesidades?

¡De veras que necesito un oráculo! Cuentan los aedas que ese de Delfos, consagrado a Apolo en la Grecia antigua, resultaba excelente. Aunque no creo que la deidad del Sol pueda prestármelo para responder tantas consultas, digo yo. 

Consultas que también deben inquietar a quienes tienen en sus manos tamañas tareas. Tareas cuya solución debe involucrar a todos los actores de la comunidad.

Sí, porque es ahí que están las dificultades y reclamar más fuerte, o exigir respuestas sin proponer opciones, no resuelve nada. Echarse a un lado y parecer desentendido, tampoco ayuda.

“Hay que buscarse problemas” no es solo un lema trillado en los discursos y spots televisivos, sino un imperativo moral, una llamada a la acción, a la actitud reconstructiva para con una sociedad que se erige como alternativa.

Pero en esta intrincada búsqueda, y en eso Apolo creo que me dará la razón, hay quien tiene más trabajo que otros. ¿O si no para qué asumieron nuestros delegados el cargo? ¿Para qué están los presidentes de los Consejos Populares y el Consejo de la Administración Municipal? Más allá de dirigir, organizar, planificar, proponer, también deben informar correctamente a su gente. Les corresponde tocar de cerca los problemas, sentirlos, sufrirlos, ya que quizás ocupados con tanta reunión y comisiones, se les escapan sin proponérselo.

La sociedad matancera exige resultados, tanto de sus Cocodrilos, como de la industria, el transporte, la salud y todo cuanto haga falta para que este trozo de tierra en el Caimán se convierta en un lugar ideal para el buen vivir.

Además, pensándolo muy bien, y dejando de lado toda esa simpleza del misticismo griego y el oscurantismo, creo que la respuesta a la mayoría de las inquietudes –y a las dificultades y carencias- no se hallan en la voz entrecortada de una virgen drogada, ni en los mensajes celestiales que pudiera mandarnos algún dios. 

Creo que se hallan en el actuar de cada uno de nosotros. De nuestros dirigentes, de nuestro pueblo, haciendo bien lo que nos corresponde. ¡Gracias, Apolo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario