octubre 08, 2015

Si me preguntan por ti, Ernesto…


“¡Seremos como el Che!”, le repite su maestra de primer grado. Es el lema de los pioneros, un juramento que deberá hacer suyo cuando le anuden al pecho la pañoleta azul. 

La manito tímida se alza y la profesora presagia la pregunta: “¿Y quién es él?” 

El tiempo presente del verbo no amerita corrección. La ingenuidad del pequeño pudo presentir que se hablaba de una figura viva, latente, paradigmática. 

Aquel mismo rostro que le sonreía desde la pared del aula, desde un tatuaje, desde una valla en la carretera, desde el libro de Historia de su hermano. ¿Cómo definir a un hombre universal, cuando incluso algunos lo veneran como a un santo? ¿Cómo contar una vida que estremece por heroica, por altruista? 

Dar y darse a sí mismo sin esperar premios, recompensas ni agradecimientos; ese era el motor de sus acciones, consecuentes con su pensamiento. 

La firmeza y rectitud de su carácter no fue comprendida por todos sus contemporáneos: quien lleva el alma oscura no puede mirar hacia la luz. Sin embargo, cada nueva lectura de sus discursos vanguardistas, cada revisión de sus diarios y cada estudio de su personalidad devela otra dimensión, actualizada, perenne, profunda. 

Un mortal que vivió, en una, la existencia de muchos, como quien teme no hacer suficiente por los otros. Profesando la justicia por religión, se tornó abanderado de los pobres y explotados, de los humildes y los buenos. Arma y pluma eran esgrimidas con decisión en la defensa de América toda, la Patria Grande. 

La maestra se detiene, abrumada por el silencio expectante del aula. Sospecha que ha despertado curiosidad en sus oyentes, pero también admiración y orgullo. Aún no ha narrado la muerte del Guerrillero, ni siquiera ha revelado su verdadero nombre, mas lo sabe prescindible. 

Sus alumnos ya quieren ser como el Che. (Tomado del blog Espejo de Cuba)

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