Por Jessica
Acevedo Alfonso y Yeilén Delgado Calvo, colegas del
semanario Girón
Son las cinco de la tarde en la ciudad de Matanzas. Un ómnibus se detiene en la parada y varios estudiantes lo abordan. El ruido resulta notable; unos gritan, otros se ríen, incluso, alguno entona el estribillo de una canción de moda.
La molestia de los pasajeros se refleja en sus rostros y mascullan bajito la inconformidad por tener que aguantar tanto alboroto después de una jornada de trabajo.
Llega la medianoche en un barrio de la periferia enla
Ciudad de los Puentes, los vecinos intentan dormir pero, de
pronto, los despierta el escándalo de unos jóvenes que regresan de una fiesta,
gritando improperios a toda voz.
Pulula la visión de que
este grupo etario de la Cuba
de hoy anda por la existencia a toda velocidad y con los audífonos puestos,
enajenados de la realidad y de sus raíces. Tal preocupación toma fuerza en un
escenario en que se analizan las secuelas que el Periodo Especial dejó en este
terreno, y cómo revertirlas cuando se busca perfeccionar el modelo económico
cubano sin renunciar a los principios socialistas.
Sobre los valores se ha escrito y debatido mucho desde diversas disciplinas. Entre las múltiples definiciones se encuentra la que los concibe como normas de conducta que dan sentido a la vida, determinando la autorrealización, el progreso y el redimensionamiento humano.
Alfonso Alonso Franquis, Doctor en Filosofía y profesor titular dela Universidad de
Matanzas Camilo Cienfuegos (UMCC) considera que reflejan “todo el acervo de los
principales logros, que desde el punto de vista de la buena conducta o las
maneras de conducir la moral, existen en un momento histórico y devienen en
patrones que pueden generalizarse. Sus manifestaciones están diseminadas en
todas las dimensiones sociales. En dependencia de la identidad nacional,
la cultura o las tradiciones, en cada sociedad se les da un orden jerárquico
diferente”.
Un llamado de alerta sobre nuestro contexto realizó el presidente cubano Raúl Castro Ruz cuando antela Asamblea Nacional ,
el 7 de julio de este año, expresó: “Hemos percibido con dolor (…) el
acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la
decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los
problemas de los demás (…) Todo esto sucede ante nuestras narices sin concitar
la repulsa y el enfrentamiento ciudadanos”.
La inserción en la vida
social y política de quienes comienzan a crecer constituye una preocupación
universal. Los más pesimistas solo ven el vaso medio vacío. Piensan que el
futuro de las naciones se encuentra perdido debido a que los estudiantes están
pendientes del teléfono móvil, las actualizaciones en Facebook y el último
romance del actor de moda; leen poco y se muestran apáticos ante las historias
de sus pueblos.
No obstante, tales actitudes no describen al total de los jóvenes que habitan el Planeta. Hay que contar con los comprometidos, con los que luchan y que crean. Por supuesto, sus discursos son diferentes, como disímiles resultan las formas en que construyen la amistad o las relaciones de pareja, y en que consumen y reproducen la información. Como en todas las épocas, la juventud impulsa el progreso y marca puntos de ruptura.
La sinceridad con una misma, mantenerse firme en los principios, estar informada de cómo debe ser la sociedad y formarse un criterio propio de lo que se hace bien o mal, resultan prioridades para la estudiante universitaria Sulaimi León Solar. Mientras que el profesor dela UMCC
Damián Castillo Figueroa, considera que las difíciles
condiciones económicas no constituyen excusa para obviar las más elementales
normas de cortesía y convivencia. La mayoría de los entrevistados sostuvo como
valores esenciales la lealtad y la honestidad.
De generación en
generación, casi como una práctica ha sobrevivido la ya trillada frase que
subvalora y mancilla su papel dentro de la sociedad. “La juventud está
perdida”, comentan los más viejos, que parecieran no recordar lo que expresaban
sus abuelos sobre ellos.
Lo cierto es que si nos remitimos a la historia de Cuba veremos a los jóvenes como una de las fuerzas motrices que han impulsado el proceso revolucionario. Lo hicieron en las luchas por la independencia, durante los duros años 30 o en 1953 cuando no dejaron morir las ideas del Apóstol.
Si bien muchos defienden
en el presente el errado criterio, otros apuestan por su fortaleza. “Ellos
siempre han estado ahí, a la vanguardia de las grandes revoluciones, porque
representan progreso, avance, ideas frescas, y no tienen miedo a revelarse
contra lo dogmático”, sugiere Pedro Luis Acevedo Cárdenas, Licenciado en
Derecho.
Con una mirada crítica hacia los problemas que hoy afronta este segmento poblacional, Orlando Santos Pérez, estudiante dela UMCC ,
explica: “La juventud está encontrada, porque hemos sabido dar un salto
cualitativo con respecto a criterios de épocas anteriores, y estamos en la
batalla por la liberación de los Cinco, en el Servicio Militar y donde haga
falta. El hecho de que una minoría sea apática e indiferente, no
significa que represente la mayoría, y estos comportamientos han existido en
todas las épocas”.
No se trata de generalizar conductas presentes en determinados estratos, incluso, en personas adultas. Las malas prácticas no pueden identificarse solo con los jóvenes, pues si bien hay algunos que hacen de ellas una constante, buena parte están insertados en la obra dela
Revolución , en la producción y los servicios, en acciones de
transformación, asumiendo posturas críticas, responsabilidades dentro del
proceso, superándose o inmersos en la construcción del nuevo modelo económico
cubano.
Resulta frecuente
escuchar cómo muchos padres culpan a los maestros de la inapropiada conducta de
sus hijos, obviando que los buenos hábitos se adquieren desde tempranas edades
en un círculo social reducido durante la niñez y más amplio en la adolescencia
y la juventud, en el cual la casa, la escuela y la comunidad, son los máximos
comprometidos en la formación y reafirmación de valores.
La familia como institución y núcleo humano afectivo adquiere un rol protagónico en la crianza y educación general desde los niveles primarios, donde se comienzan a adquirir las lecciones básicas de amor, solidaridad y respeto, de ahí la transcendencia de que los niños crezcan en hogares funcionales y comunicativos.
La jurista María Esther Alfonso Muñoz considera que “los progenitores deben jugar un papel más preponderante en la educación y afianzamiento de principios en los jóvenes, en la enseñanza de reglas elementales para lograr el respeto y no convertirse en cómplices o ser reflejo de actitudes negativas y deformadoras”.
Similar tarea toca a centros docentes, quienes de conjunto con la familia deben fomentar la consolidación de estos valores e incorporar nuevos comportamientos, brindando las herramientas morales y éticas que posibiliten una integración adecuada de los niños a la sociedad.
Igualmente a los medios de comunicación corresponde un importante desempeño en el establecimiento de patrones y modos de actuar, pues sus mensajes condicionan maneras de conducirse y opiniones que influyen en la percepción de la realidad, así como en el desarrollo de la conciencia individual.
Debe convertirse en
práctica cotidiana lograr una mayor imbricación y trabajo de conjunto entre
los sectores de la comunidad, la familia y la escuela, con el fin de ofrecer a
las nuevas generaciones las vías para fortalecer su cultura y educación, así
como aprehender las normas adecuadas de convivencia que les permitan su
inserción y promuevan la responsabilidad social.
Hoy gran parte de las nuevas generaciones en Cuba es consecuente con los valores y principios elementales heredados y cultivados durante siglos por nuestros antecesores; a la luz de la contemporaneidad adquiere modernos códigos comunicativos, manifestaciones y modos de expresión e incorpora estilos propios de reinterpretar y asimilar el contexto que la rodea.
Son las cinco de la tarde en la ciudad de Matanzas. Un ómnibus se detiene en la parada y varios estudiantes lo abordan. El ruido resulta notable; unos gritan, otros se ríen, incluso, alguno entona el estribillo de una canción de moda.
La molestia de los pasajeros se refleja en sus rostros y mascullan bajito la inconformidad por tener que aguantar tanto alboroto después de una jornada de trabajo.
Llega la medianoche en un barrio de la periferia en
LLAMADO DE ALERTA
Sobre los valores se ha escrito y debatido mucho desde diversas disciplinas. Entre las múltiples definiciones se encuentra la que los concibe como normas de conducta que dan sentido a la vida, determinando la autorrealización, el progreso y el redimensionamiento humano.
Alfonso Alonso Franquis, Doctor en Filosofía y profesor titular de
Un llamado de alerta sobre nuestro contexto realizó el presidente cubano Raúl Castro Ruz cuando ante
EL VASO MEDIO LLENO
No obstante, tales actitudes no describen al total de los jóvenes que habitan el Planeta. Hay que contar con los comprometidos, con los que luchan y que crean. Por supuesto, sus discursos son diferentes, como disímiles resultan las formas en que construyen la amistad o las relaciones de pareja, y en que consumen y reproducen la información. Como en todas las épocas, la juventud impulsa el progreso y marca puntos de ruptura.
La sinceridad con una misma, mantenerse firme en los principios, estar informada de cómo debe ser la sociedad y formarse un criterio propio de lo que se hace bien o mal, resultan prioridades para la estudiante universitaria Sulaimi León Solar. Mientras que el profesor de
JUVENTUD ENCONTRADA
Lo cierto es que si nos remitimos a la historia de Cuba veremos a los jóvenes como una de las fuerzas motrices que han impulsado el proceso revolucionario. Lo hicieron en las luchas por la independencia, durante los duros años 30 o en 1953 cuando no dejaron morir las ideas del Apóstol.
Con una mirada crítica hacia los problemas que hoy afronta este segmento poblacional, Orlando Santos Pérez, estudiante de
No se trata de generalizar conductas presentes en determinados estratos, incluso, en personas adultas. Las malas prácticas no pueden identificarse solo con los jóvenes, pues si bien hay algunos que hacen de ellas una constante, buena parte están insertados en la obra de
ESPEJO… ¿EMPAÑADO?
La familia como institución y núcleo humano afectivo adquiere un rol protagónico en la crianza y educación general desde los niveles primarios, donde se comienzan a adquirir las lecciones básicas de amor, solidaridad y respeto, de ahí la transcendencia de que los niños crezcan en hogares funcionales y comunicativos.
La jurista María Esther Alfonso Muñoz considera que “los progenitores deben jugar un papel más preponderante en la educación y afianzamiento de principios en los jóvenes, en la enseñanza de reglas elementales para lograr el respeto y no convertirse en cómplices o ser reflejo de actitudes negativas y deformadoras”.
Similar tarea toca a centros docentes, quienes de conjunto con la familia deben fomentar la consolidación de estos valores e incorporar nuevos comportamientos, brindando las herramientas morales y éticas que posibiliten una integración adecuada de los niños a la sociedad.
Igualmente a los medios de comunicación corresponde un importante desempeño en el establecimiento de patrones y modos de actuar, pues sus mensajes condicionan maneras de conducirse y opiniones que influyen en la percepción de la realidad, así como en el desarrollo de la conciencia individual.
HAY QUE CONTAR CON ELLOS
Hoy gran parte de las nuevas generaciones en Cuba es consecuente con los valores y principios elementales heredados y cultivados durante siglos por nuestros antecesores; a la luz de la contemporaneidad adquiere modernos códigos comunicativos, manifestaciones y modos de expresión e incorpora estilos propios de reinterpretar y asimilar el contexto que la rodea.
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