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| ERNESTO GUEVARA Y ANTONIO MACEO |
En muchas ocasiones, el devenir provoca inesperadas coincidencias, y colma de motivos a los pueblos para el homenaje. Así sucedió más de una vez con estas dos importantes figuras de nuestra Patria.
Ambos fueron, en su momento, de las personalidades más reconocidas en el continente. El mulato cubano, por su arrojo en la batalla y las estrategias militares concebidas contra el ejército español, en la manigua de la Isla a finales del siglo XIX. El médico argentino por su carácter, por su incorporación a la expedición del Granma; por su papel en la construcción del socialismo y sus denodados esfuerzos por libertar a las naciones oprimidas de África y Nuestra América.
Uno y otro supieron vencer obstáculos que la vida les impuso para convertirse en líderes, en paradigmas.
Maceo, vino a la vida el 14 de junio de 1845, y desde sus primeras palabras enfrentó la tartamudez con aplomo. Se educó a ordenar, pese a las peligrosas situaciones de su existencia, de forma pausada y entendible. El Titán de Bronce resistió, además, 27 disparos.
El Che, nació en Rosario, Argentina, en igual día pero de 1928, padeciendo un asma cruenta. Nunca, durante los arriesgados trajines de la Sierra Maestra, su enfermedad resultó justificación para detener la marcha, o proveerse de privilegios. Tal parece que lo motivaba a ser vanguardia.
Ambos fueron, en su momento, de las personalidades más reconocidas en el continente. El mulato cubano, por su arrojo en la batalla y las estrategias militares concebidas contra el ejército español, en la manigua de la Isla a finales del siglo XIX. El médico argentino por su carácter, por su incorporación a la expedición del Granma; por su papel en la construcción del socialismo y sus denodados esfuerzos por libertar a las naciones oprimidas de África y Nuestra América.
Uno y otro supieron vencer obstáculos que la vida les impuso para convertirse en líderes, en paradigmas.
Maceo, vino a la vida el 14 de junio de 1845, y desde sus primeras palabras enfrentó la tartamudez con aplomo. Se educó a ordenar, pese a las peligrosas situaciones de su existencia, de forma pausada y entendible. El Titán de Bronce resistió, además, 27 disparos.
El Che, nació en Rosario, Argentina, en igual día pero de 1928, padeciendo un asma cruenta. Nunca, durante los arriesgados trajines de la Sierra Maestra, su enfermedad resultó justificación para detener la marcha, o proveerse de privilegios. Tal parece que lo motivaba a ser vanguardia.
Las nuevas generaciones no tuvimos el placer de conocerlos como hoy sabemos de Fidel, Raúl o Almeida. Nos llegan los ecos de sus acciones en el pasado, lo que nos cuenta la Historia en sus textos y filmes, lo que nos relata por las noches el abuelo guerrillero. Los jóvenes de hoy, pese a ello, los tenemos bien cerca, como un recordatorio, como un mensaje. Ahí están, constantemente recordándonos cuánto hay que hacer para vivir en Revolución.
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